Consideramos necesario introducir cambios notables en la formación de los consumidores si queremos lograr que los consumidores europeos sean consumidores conscientes, críticos, solidarios y responsables.

Para ello analizamos algunos puntos críticos que facilitarán el cambio de perspectiva.

En primer lugar consideramos que las acciones formativas deben adecuarse al momento evolutivo y a la formación de los consumidores no solo en la metodología sino también en los temas y en la profundidad del análisis. Para lograrlo dado que no contamos con datos suficientes que expliquen como se modifica a lo largo del ciclo vital la comprensión de hecho de consumir, se deberán diseñar nuevas líneas de investigación que arrojen luz sobre realidades habituales (publicidad, marketing, etc.).

En segundo lugar proponemos que la educación del consumidor se entienda como un elemento más del proceso de socialización, proceso por el que la persona adquiere los valores, las creencias, las normas y las conductas apropiadas en la sociedad a la que pertenece. El ser consumidor dejará de considerarse un hecho puntual, para ser considerado algo consustancial, y por lo tanto debemos promocionar nuestras competencias como consumidores. Esto exige que los consumidores sean conscientes de su propia escala de valores y que sus conductas sean consecuentes a sus actitudes. Junto a ello se debe perseguir que sean competentes, al menos, para liberarse de la persuasión externa (amigos, medios de comunicación, etc.), distinguir de forma habitual lo verdaderamente necesario de lo prescindible y ejercer el autocontrol.