El artículo 51.1 de nuestra Constitución garantiza la defensa de los legítimos intereses de los consumidores, y el punto 2 del mismo artículo exhorta a los poderes públicos a promover la información y educación de los consumidores.

Es evidente que una adecuada protección del consumidor, exige dar al consumidor una formación adecuada, ya que de otra forma estaría en peor situación que los otros agentes del mercado normalmente con más medios a su alcance para llevar a cabo una formación eficaz. Hay que indicar que el empresario diligente, normalmente, no solo asegura su propia formación, sino también la de los empleados a su servicios. La nivelación de la balanza comercial exige que el consumidor tenga acceso las mismas condiciones de formación que el empresario y sus empleados.

Se trata, en definitiva, de superar una protección paternalista del consumidor y hacerle consciente de sus derechos y de sus deberes, de tal forma que el consumidor o usuario esté en condiciones de defender desde un primer momento sus derechos, y acudir a los organismos e instituciones que le pueden prestar amparo.

Debido al galopante ritmo con que se legisla, no es bastante una formación puntual ya que el consumidor necesita una formación continuada y una periódica puesta al día .

Una adecuada formación del consumidor redunda, además, en un mejor funcionamiento del mercado, pues un consumidor consciente de sus derechos y de sus obligaciones sabe hasta donde y como puede reclamar, evitándose así reclamaciones abusivas o infundadas.

Las Asociaciones de Consumidores deben ser un elemento esencial en la formación continua del consumidor ya que son la bisagra perfecta entre las Administraciones obligadas a garantizar la formación del consumidor por mandato constitucional, y los consumidores y usuarios, destinatarios últimos de la formación. Además nada impide que la formación se lleve a cabo en colaboración con empresas o Asociaciones Empresariales, pues como ya hemos dicho cada vez son más numerosas las empresas que ven en el consumidor correctamente formado, no una amenaza, sino una garantía de seriedad.