Gracias a la implantación de internet son muchos los productos que se pueden adquirir gracias a la red. Desde contratar vacaciones hasta comprar los productos de un supermercado, pasando por billetes de avión, autobús o contratar un seguro.
La OMIC desaconseja adquirir productos en lugares que no estén domiciliados en la Unión Europea, ya que éstos no tienen la obligación de respetar las leyes comunitarias y los consumidores no podrán recurrir a la Red Europea para la resolución extrajudicial del conflicto si se plantea.
Otro de los consejos que transmite la Oficina Municipal de Información al Consumidor es que hay que desconfiar de aquellos vendedores que no facilitan sus datos de identificación, especialmente la denominación y el domicilio social. Se advierte asimismo que antes de adquirir el producto o servicio, el consumidor debe «leer de manera detenida las condiciones generales de contratación». De no ser así, se recomienda que se soliciten. Pide que se exijan plazos de entrega y también se dé cuente sobre las consecuencias de su incumplimiento. El díptico también recoge las ventajas e inconvenientes de esta manera de consumo.
Entre las ventajas, está la de la comodidad, el ahorro de costes para el vendedor, la gran oferta existente y una gran información acerca de los productos.
Sin embargo también existen desventajas, como la intangibilidad (no se ve el producto hasta que se ha comprado), el desconocimiento real por parte de vendedor y comprador, la desconfianza en los medios de pago, la falta de tradición y la seguridad en la red (con "hackers" y virus entre otros).
Finalmente, el díptico recoge las obligaciones del prestador previas al contrato, así como la información posterior a la celebración del contrato.