El término equidad tiene en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, cinco acepciones. La 1ª acepción es la igualdad de ánimo, para ofrecer la 2ª como la virtud que rige al hombre por su propia conciencia más que por la ley, y reflejar en la 3ª que es la justicia natural en oposición a la letra de la ley positiva. La 4ª considera la moderación en las condiciones de los contratos, y la 5ª la disposición de ánimo a dar a cada uno lo que merece.

Se ha considerado la equidad como un derecho que sirve de complemento al derecho legal (escrito o positivo). No se trata de un principio que debilite los principios de la justicia, ni está en contradicción con su normativa. Significa un Derecho supralegal que tiene validez donde el Derecho legal conduce a la injusticia o muestra lagunas. Es una fuerza vinculante con consecuencias para la legislación, la jurisdicción y la administración, en beneficio del individuo.

La ética es el origen del Derecho, y tiene una extensión en sus contenidos mucho más amplia que el Derecho positivo. En cada tiempo la ética tiene una dimensión nueva, no cambiante, pero no rígida, pues -como toda ciencia o saber humano- tiene sus etapas y su evolución. Sin embargo, tiene un fundamento que es el mismo en todo tiempo.

Es aplicable a lo legislativo, a lo judicial, y a lo administrativo. Con mayor razón, la ética y la equidad no puede ser ajenos al sistema arbitral. La dificultad estriba, especialmente, que la ética y la equidad no se adquieren "solamente" en los libros, pues al contrario de la legislación positiva, sus fuentes principales se basan en la razón y en la conciencia equilibrada. La razón y al conciencia no van adquiriendo progresivamente, y se pueden ir debilitando en cualquier momento. En resumen, el problema es que la ética y la equidad no se encuadran en una fría letra.