Sumario Semana del 22 al 28 de Abril de 2024. Edición 17.

Social - Familia - Género

Fuente: UCACYL-BU / Diario de Burgos 28 de Marzo de 2016

Cuando nunca se oye la risa de un niño.

Â¿Se imaginan un mundo donde nunca se oiga el llanto o la risa de un niÃ±o? Â¿donde los dÃas pasan sin el barullo de una pandilla en torno a una pelota o sin las carreras molestas de un corre-pilla? Pues no hay que ir muy lejos para descubrir esa triste escena: en 301 municipios de Castilla y LeÃ³n no ha nacido un bebÃ© en los Ãºltimos diez aÃ±os y esas risas, juegos, llantos y enfados infantiles quedan confinados a apenas unas semanas en verano.

Esta realidad, que dibuja cÃ³mo una parte del mundo rural de la Comunidad muere poco a poco y que afecta ya a amplias zonas de la vieja Europa, golpea y preocupa a las instituciones, que llevan aÃ±os trazando planes con mÃ¡s desesperaciÃ³n que eficacia, pero sobre todo inquieta a quienes lo viven en su dÃa a dÃa cotidiano, reflejado en 77 municipios de Soria, la que mÃ¡s sufre este fenÃ³meno, con uno de cada cuatro; los 17 de Zamora o los 26 de Salamanca. La agencia Ical ha intentado contar cÃ³mo transcurre la vida en estos pueblos y hacerlo, precisamente, desde los ojos de los Ãºltimos niÃ±os que han corrido por sus calles junto a sus familias.
Es el caso de Gonzalo y Alonso, dos pequeÃ±os de siete aÃ±os de MiÃ±o de San Esteban, en la comarca soriana de las tierras del Cid, a quienes se puede ver cualquier tarde en la mesa del salÃ³n de su casa dibujando corzos, liebres, ciervos o jabalÃes con una precisiÃ³n encomiable, que muestra cÃ³mo el universo vital de estos mellizos pasa, necesariamente, por la cercanÃa con la naturaleza que para un urbanita serÃa salvaje. Incluso, cuentan, tienen una inestimable amistad con un zorro que, cuando pasean por los caminos cercanos, Â«les pasa a saludarÂ», desliza, sonriente, su madre Marimar RupÃ©rez.
Los dos pequeÃ±os no nacieron en la localidad. Nadie lo hizo en la Ãºltima dÃ©cada, pero llegaron allÃ con 20 dÃas de vida. Â«Si sÃ³lo hubiÃ©ramos tenido un niÃ±o, no creo que hubiÃ©ramos venido, porque se hubiera visto muy sÃ³loÂ», admite esta profesora de Primaria, que ejerce en la cercana localidad de AyllÃ³n (Segovia).
Ahora son los Â«reyes del mamboÂ», son los Ãºnicos niÃ±os de la localidad, como acierta a definir su padre, Javier MartÃn, quien junto a su mujer decidiÃ³ instalarse en la localidad originaria de Ã©l, a sabiendas de que sus hijos no tendrÃan compaÃ±Ãa infantil alguna, lo cual no ha sido problema. Por eso, su vida cotidiana transcurre entre su casa y San Esteban de Gormaz, a 13 kilÃ³metros, donde Ã©l trabaja como tÃ©cnico en el grupo de acciÃ³n local Tierras Sorianas del Cid. AllÃ, los niÃ±os van a clase y practican actividades extraescolares. Â«Ni esta es la imagen bucÃ³lica ni pastoril porque no haya mÃ¡s pequeÃ±os, ni tampoco somos titanes ni jabatos por haberlo hecho. La vida en el medio rural ya no es tan complicada como antes. Todo estÃ¡ cerca y todo es posibleÂ», matiza el padre, quien entiende que Â«no se mantenga un colegio, con pocos niÃ±os, a regaÃ±adientesÂ».
Entre los padres y los niÃ±os hablan de su peculiar rutina diaria, basada en madrugar para estar a las 10 en el colegio Virgen del Rivero, horario en el que Javier inicia su jornada laboral. Tras salir a las 15.30 horas y despuÃ©s de haber comido en el centro, los dÃas que no tienen actividad extraescolar el transporte les devuelve al pueblo, donde les espera su abuela. Otras tardes tienen clases de inglÃ©s en San Esteban o nataciÃ³n en la piscina climatizada de El Burgo de Osma y ya vuelven con su padre. Â«Les encanta nadar. Lo hacen desde que tenÃan tres aÃ±osÂ», aÃ±ade su madre. Para el aÃ±o que viene piensan en la mÃºsica para desarrollar otro tipo de conocimientos.
Una porterÃa romÃ¡nica. Como cualquier tarde y pese a la lluvia, los niÃ±os no paran quietos. Son inseparables, como ya lo fueron al nacer. Juegan al â€˜rummyâ€™, un juego de naipes. Con sinceridad, Alonso se muestra encantado con su pueblo. Â«Nadie nos molesta para jugar en la calleÂ», refleja, aunque a veces echan de menos la presencia de mÃ¡s jÃ³venes. ContinÃºa su hermano: Â«Lo que mÃ¡s me gusta del pueblo es la iglesiaÂ». RÃ¡pidamente argumenta sus razones. Con un balÃ³n en la mano y el eco de sus risas entre las finas calles de MiÃ±o se dirigen al templo. Tras saltar unos charcos, empaparse hasta arriba, jugar con el paraguas y subirse al templete de la plaza, ambos empiezan a dar patadas a un balÃ³n frente al pÃ³rtico romÃ¡nico de la parroquia de San MartÃn, un significado que ellos ignoran cuando el esfÃ©rico empieza a rodar sobre las resbaladizas baldosas.
Su padre presume de la Â«libertadÂ» con la que cuentan los niÃ±os. Â«AquÃ practican el juego libre que nosotros tenÃamos cuando Ã©ramos pequeÃ±osÂ», explica Javier, quien continÃºa que tambiÃ©n disfrutan de tenis o baloncesto. Â«Â¿A quÃ© mÃ¡s jugÃ¡is chicos?Â», les pregunta. Casi al unÃsono responden que Â«a guerrerosÂ». Gonzalo aÃ±ade que tambiÃ©n al ajedrez, Â«pero muchas veces no tiene con quienÂ», lamenta su madre. Â«Juego con mi padre, Â¡pero estÃ¡ todo el dÃa ocupado con el trabajo!Â», exclama entre las risas de todos.
Esa libertad en un pueblo con algo mÃ¡s de 20 habitantes (50 censados) amplÃa el espectro de educadores a todos los residentes. Â«Todos los vecinos forman parte de su educaciÃ³n porque todos les quieren muchoÂ», explica su madre. Â«Â¿Es vuestra una bici que estÃ¡ ahÃ en el parque desde ayer?Â», pregunta uno de los vecinos. Alonso afirma y chapoteando corre rÃ¡pido a por su pequeÃ±o vehÃculo.
La situaciÃ³n de Alonso y Gonzalo es demasiado positiva comparada con la de otros 39 municipios de Ãvila, donde sus ayuntamientos no registran un nacimiento, al menos, desde 2005; otros 81 en Burgos; 25 en Palencia y 21 en Segovia. Llama la atenciÃ³n LeÃ³n, donde sÃ³lo un municipio, Gusendos de los Oteros, cuenta con esta situaciÃ³n, lo que se argumenta en las numerosas pedanÃas de la provincia, que multiplicarÃan la cifra si operaran como ayuntamiento.
Si al universo de dos niÃ±os de siete aÃ±os se le suman las necesidades crecientes de dos jÃ³venes adolescentes resulta el caso de Manuel y Paula GarcÃa, de 18 y 16 aÃ±os, que residen en Castillejo de Robledo, un pueblo tambiÃ©n de Soria en el que ellos son, con esa edad, los mÃ¡s jÃ³venes. La localidad es conocida por albergar el campo de tiro de la FederaciÃ³n EspaÃ±ola de Caza. Una inmensidad de encinas, alcornoques y robles rodea una especie de cortijo andaluz en el que vive esta familia.
El colegio como referencia. Sus padres, Marimar Romero y JosÃ© Manuel GarcÃa -alcalde durante dos legislaturas-, se trasladaron a vivir cuando el niÃ±o tenÃa nueve meses al que es el pueblo natal de ella, tras quedarse ambos en paro cuando residÃan en la ciudad arandina. Paula sale de su cuarto, donde estudia en ese momento, reclamada por su madre. Â«Por suerte, el transporte escolar llega hasta la puerta del domicilioÂ», relata. 45 minutos de viaje les separa cada dÃa del instituto, situado tambiÃ©n en San Esteban de Gormaz. Otros tres cuartos de hora de vuelta. Â«Da tiempo a dormir un ratoÂ», desliza.
Su vida en estos aÃ±os ha sido complicada en el pueblo al no haber mÃ¡s niÃ±os y destacan que su grupo de amigos siempre ha estado vinculado a las aulas. Â«Ahora tambiÃ©n salimos de fiesta a San Esteban. Es lÃ³gico, allÃ estÃ¡n aquellos que conocemos desde hace aÃ±osÂ», defiende Paula. La joven cuenta con una anÃ©cdota cuando tenÃa dos o tres aÃ±os de vida y el rey Juan Carlos visitÃ³ el pueblo para practicar el tiro al plato. Entonces, como ahora, era la Ãºnica niÃ±a del pueblo. Su madre lo recuerda entre risas: Â«El monarca dijo que vaya niÃ±a mÃ¡s guapa. Le pidiÃ³ que le diera un beso y ella echÃ³ a correr. Entonces, el rey dijo en alto que esta niÃ±a es republicanaÂ». Tanto Manuel como Paula saldrÃ¡n pronto a la universidad y su estancia en la localidad serÃ¡ casi testimonial en vacaciones y fines de semana.
Son numerosos los pueblos en los que no escuchan la risa de un niÃ±o desde hace lustros. Alejandro Gallego, secretario del Ayuntamiento de Bocos de Duero, en Valladolid, alerta de que en 19 aÃ±os no ha inscrito a ningÃºn reciÃ©n nacido. Â«Ahora sÃ³lo vive uno de 14 aÃ±os porque sus padres vinieron a trabajar aquÃ. Pero Ã©l hace vida diaria en PeÃ±afielÂ», seÃ±ala.
Es el sino de muchos de estos nÃºcleos, a pesar de que Valladolid no es de las mÃ¡s afectadas en este sentido, con sÃ³lo 14 municipios sin registros de nacimientos desde 2005, el 6,2 por ciento del total. Lo sabe bien Gallego, pues ejerce su cargo en varios ayuntamientos de la comarca. Â«El futuro es cierre por defunciÃ³nÂ», relata. Conoce tambiÃ©n la situaciÃ³n de municipios de Tierra de Campos, principalmente en Palencia, que Â«estÃ¡ peorÂ». Â«Esto es Hollywood comparado con aquelloÂ», comenta. En media hora de paseo por Bocos, un pueblo que estÃ¡ en la orilla del rÃo en el que vive una treintena de personas, sÃ³lo dos salen al encuentro y un perro vigilante, se supone que en la puerta del domicilio de sus dueÃ±os.
Enfrente, un vecino llama la atenciÃ³n. Leopoldo Aparicio recoge algo de leÃ±a para el invierno prÃ³ximo. Es oriundo de la localidad, pero reside en Valladolid. Recuerda con nostalgia lo que fue Bocos. Â«Cuando yo era niÃ±o Ã©ramos mÃ¡s de 200 personas y varias cuadrillasÂ», rememora. Pueblos ahora sin risas y sin llantos que llenan de nostalgia y recuerdos las mentes de aquellos que un dÃa fueron niÃ±os y que hoy ven, lentamente, morir sus calles...